martes, 16 de diciembre de 2008

GELSA PRESENTE EN NUEVOS TERRITORIOS: JAPÓN

Esta ha sido la primera vez que me he visto afectada directamente por el término jurídico "fuerza mayor". 24 horas antes de despegar hacia Bangkok estalla el conflicto en Tailandia: suspenden nuestro vuelo porque las movilizaciones han bloqueado el aeropuerto internacional. Tengo que salir del país por temas de visado, se disparan todas las alarmas. Tras dos horas reclamando el dinero del vuelo y del hotel de Bangkok, y unas 4 buscando nuevo destino, decidimos visitar Tokio. A pesar de que entre mis destinos estrella no se encontraba Japón tengo que confesar que me ha cautivado.

Para empezar con buen pie volamos en un avión de Hello Kitty (friqui total). Y así como aterrizamos (maletas incluidas) probamos lo que se entiende por una noche de marcha en Japón: Ir al Karaoke. Habíamos quedado con todos los compañeros de ICEX de Jorge y allegados, entre los que estaba Belén (nuestra anfitriona). Después de cenar recorrimos un par de calles para coger un ascensor en un portal que nos llevaba al Karaoke elegido. Como paréntesis comentar que allí no te encuentras los bares y garitos a pie de calle, si no que tienes que ir leyendo (o, en mi caso, intentando interpretar) los carteles de las fachadas donde te indican: en el piso 3 restaurante Mexicano, en el piso 5 Karaoke, en el piso 7 peluquería,... Bueno, una vez situados en el local, no se trata de un espacio diáfano donde todos bebemos y el que quiere canta, si no que a cada grupo lo ubican en una habitación. Contratas un tiempo de estancia durante el cual tienes barra libre (las copas las pides por un telefonillo y te las traen a la habitación) y, sin haber ingerido una gota de alcohol, a elegir canciones y a cantar se ha dicho. Nos acompañaban dos chicos Australianos (muy majos) que parecían profesionales; visto el nivel yo decidí retirarme (Jorge cantó, fue divertido).


Al día siguiente madrugamos para patear la city. Comenzamos con el templo de Senso-ji, uno de los más bonitos de Tokio. Intenté seguir todo el ritual: Humo de incienso por la cabeza, lavarme las manos con agua, tirar monedas (con reverencias y palmadas incluidas); a algún asiático le hice gracias y me hizo fotos y todo. Recorrimos el parque de Ueno (el color de los árboles era increíble) así como el barrio Yanaka (tiene un cementerio por las calles del barrio, curioso). Visitamos el estadio de Sumo, pero nos quedamos con las ganas de ver un combate (estaban fuera de temporada). Y terminamos en una zona dedicada por completo a la electrónica. Por la noche fuimos al paso de peatones más transitado del mundo: el de Shibuya (si estás en primera fila casi da miedo ver lo que te viene encima).

El domingo nos fuimos a la zona Oeste para ver un desfile de personajes de toda índole. A primera hora vimos bodas celebradas por distintos ritos (ojo con los que van vestidos de negro, qué poco tienen que discurrir para el traje). Fuimos a un templo donde los niños y algunos adultos vestían con el traje tradicional: Los Kimonos. Son muy elegantes y, sobre todo las niñas, están guapísimas. Después visitamos el parque de Yoyogi y la zona de Harajuku: Impresionante. Los domingos la gente se pone un disfraz extravagante (y este término hay que tomarlo al pie de la letra) para reunirse con sus amigos y pasar el día. Encontramos "la tienda de disfraces" y me quedé con las ganas de probarme uno (a tener en cuenta para los próximos carnavales). Callejeamos por zonas alternativas y terminamos la tarde en el piso 45 del hotel donde se grabó la peli: "Lost in translation". Vista nocturna de Tokio inolvidable. Lo último del día fue tomar una bebida de sake en un garito minúsculo pero con un camarero muy simpático.

El último día madrugamos para ir al mayor mercado de pescado del mundo, donde encontramos los atunes más grandes que he visto en mi vida. Vimos la subasta y terminamos almorzando a las 7 am pescado crudo en un bar de los alrededores (buenísimo). Nos fuimos a hacer mi visado, y tengo el tema solucionado para los próximos 6 meses, en dos palabras: "im- precionante".

La red de metro y tren de Tokio es una "marcianada". Cuando el de Villafranca y la de Gelsa se felicitaban por lo bien que se habían manejado en esta metrópoli y lo bien que los habían formado en los colegios de sus respectivas localidades no tenían ni idea de lo que les esperaba. Para terminar y darle un poco de emoción, nos quedamos dormidos en uno de los metros que nos llevaba al aeropuerto y no hicimos el cambio de tren que nos llevaba a Narita. Gracias que Jorge se despertó y que un grupo de señoras japonesas mayores se dio cuenta de que esos dos occidentales de cuellos doblados y maletas no iban en buena dirección. Nos costó la friolera de tres horas llegar al aeropuerto, llegando una hora antes del vuelo...

Volveremos a Japón...



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